El amor según el psicoanálisis desde Lacan y Freud

El amor ha estado siempre con el ser humano, pues él se encuentra en el centro de un vínculo social, las personas al enamorarnos sentimos que hemos encontrado algo que nos llena, algo que da sentido a nuestra vida, algo que nos hace ser, el amor para el psicoanálisis es de enaturaleza narcisista, ya que no se ama precisamente a la otra persona, sino que se ama la imagen de uno mismo en el otro, el amor aparece en la cultura, como aquello que de cierta manera da un sentido particular a la vida y como la promesa con la que algunos sujetos esperan encontrarse en un algún momento vital.

Pese a ello, el amor, toda vez que trae consigo también el vínculo con el otro no debe pensarse solo del lado de la felicidad, sino que él, también trae consigo una parte que se sitúa del lado de la imposibilidad subjetiva y de la queja humana, esto pone de presente algo más, una parte del amor opera desde el lado del inconsciente que implica el padecimiento humano y la dificultad del encuentro con el otro y con la falta constitutiva. Hablar de amor en psicoanálisis, supone recorrer un camino que resulta central tanto en la práctica, como en la teoría psicoanalítica. El amor, fue incluso en los estudios freudianos, que alado del odio, constituyeron gran parte del interés de Freud por la psique humana. No en vano, el creador del psicoanálisis dedica buena parte de su obra, a hablar del amor de transferencia, y del eje de la práctica psicoanalítica.

El psicoanálisis

En las primeras publicaciones psicoanalíticas, implica que el sujeto, desde muy temprano, está preso de una inmensa nostalgia, fuente de la intensa e incesante búsqueda de un objeto amado. Esto es, un amante, al que no se le atribuye poca importancia que los vínculos amorosos que establece el infante, pasan por varios tiempos de etapas (oral, sádico anal, latencia y genital) donde en principio, la madre constituye el primer y único objeto de amor para el niño; es ella quien lo soporta narcisiticamente y él está insondablemente ligado al deseo materno, es ella quien otorga los primeros cuidados y caricias al recién nacido y, es ella quien hace de su pecho fuente de alimento, por lo que la madre, adviene como el primer objeto pulsional del bebé.

Se nombra como latencia el momento en que la pulsión se encontrará dividida entre una parte sexual activa, pero silenciosa bajo la barra de la represión y, otra parte tierna que permanece consciente en el niño, hasta que, en caso que todo vaya relativamente bien, en la pubertad, un objeto reemplace a aquel que fue primero, a saber, la madre, intentando el sujeto, de acuerdo a sus posibilidades, que ambas partes advengan en una sola.

El nuevo objeto encontrado, debe ser parecido al objeto antiguo perdido. Lo que queda del vínculo sexual con el primer objeto, esto no ocurre sin traspiés, toda vez que el objeto hallado, está en relación a aquel originariamente perdido y, como su sustituto, puede eventualmente, dar origen a la angustia en el sujeto. Esto, si llegase a asomarse en el sujeto, eventualmente, la culpa incestuosa. Es decir, si algo del objeto hallado remite al sujeto al incesto, como prohibición primaria ligada a lo fundante de la subjetividad, dicho de otro modo, a la castración, el amor no tiene solo que ver con la pulsión, sino que incluso puede ser situado más allá de ella. Al amor, entendido desde el psicoanálisis, está ligado el yo del sujeto que se coloca como objeto de amor, a través de una idealización del propio “yo” enlazado al narcisismo de cada uno de los sujetos.

Sobre Freud y Lacan

Señala Freud (1992) “como siempre ocurre en el ámbito de la libido, el hombre se ha mostrado incapaz de renunciar a la satisfacción de que gozó una vez”. No quiere privarse de la perfección narcisista de su infancia, y si no pudo mantenerla por estorbárselo las admoniciones que recibió en la época de su desarrollo y por el despertar de su juicio propio, procura recobrarla en la nueva forma del ideal del yo, lo que él proyecta frente así como su ideal es el sustituto del narcisismo perdido de su infancia, en la que él fue su propio ideal, amar implica desde la teoría freudiana, poner en el otro los atributos que corresponden al yo ideal del sujeto y así, amarlo justamente por eso es decir, aquel al que se le han colocado esos atributos del yo ideal será entonces el objeto amado que tiene poder sobre el sujeto que ama, quedando expuesto este último al vínculo establecido con su objeto amado, el malestar en la cultura para Freud, un sujeto está más en riesgo que cuando ama, pues allí, queda a merced de la voluntad y del goce del otro, cosa que no ocurre sin dejar al sujeto frente a la angustia de la posibilidad de perderlo y/o de perderse en él, quedando entonces en el estatuto de puro objeto para aquel que ama.

Menciona Lacan (1959) “amar es siempre dar lo que no se tiene”, “El amor es dar lo que no se tiene, a alguien que no quiere eso” Lo anterior, rompe con la idea romántica e ilusoria de completo, pues indica, que no es posible para ningún sujeto, completar a otro, en tanto el objeto de amor solo hace semblante y en tanto no hay unidad posible entre uno y otro.

En el llamado acto de amor carnal, cada sujeto no puede gozar más que del propio cuerpo, y esto indica necesariamente la presencia de un desencuentro entre los sexos. Es decir, en lo referente a la relación sexual, la única posibilidad de cada sujeto es la de ubicarse desde su propio lugar y su propio cuerpo, pone de presente ese plano de que, si algo del amor falla, es porque este también se encuentra ligado a la falla inaugural del sujeto, es decir al inconsciente.

Conclusiones

Desde mi punto de vista, Freud es un psicoanalista que da una amplitud a muchos temas que tienen que ver en la psicología, pero hablando de esta parte del amor en primer punto él pone a la madre y si, es la primera persona con la cual se crea un vínculo afectivo, una mamá para un niño es una persona que además de satisfacer necesidades crea un afecto muy grande ya que sentir una caricia, un abrazo se genera un cariño muy grande, hay que amar para no enfermar, así decía Freud y tiene razón las personas en algún momento de la vida requerimos de afecto, ya que también al relacionarnos con más personas se crean vínculos, el enamoramiento cae en algún momento y el amor es una ficción que no deja de ser verdadera mientras persiste el deseo de seguir construyendo esa historia junto a alguien y crear proyectos.

Lo que menciona Freud desde el psicoanálisis es que, buscamos a la persona que perdiste antiguamente y que debe de tener características parecidas, que descargamos nuestro yo ideal en él/ella, es impresionante como el ser humano puede amar con una gran intensidad , la persona es el objeto donde descarga ese goce que buscaba, me gusta lo que menciona Lacan en su frase “ el amor es dar lo que no se tiene a alguien que no quiere eso” y de cierta forma es algo real, que es difícil soltar ese goce esa satisfacción que te causa, es por ello que también de ahí se desenvuelven la expresión de emociones en una canción, poesía, pintura etc., que a veces nadie sabe en qué momento llegara algo así, y enfocándonos desde el psicoanálisis menciona que busca encontrar en la otra persona su ideal que en algún momento de su infancia quiso ser.

En mi perspectiva amar no es solo mirarse mutuamente si no mirar en la misma dirección que además perdure en el tiempo con la solidez que pretende el para siempre, que para eso, hay que ser valientes, a sabiendas que tarde o temprano la ilusión tal vez no pueda ser como esperábamos, en toda historia de amor siempre hay algo que nos acerca a la esencia de la vida, porque las historias de amor encierran en sí todos los secretos, yo pienso que existe en el mundo una persona que espera a otra, y cuando esas personas se cruzan y sus ojos se encuentran, todo el pasado y todo el futuro pierden completamente su importancia y solo existe aquel momento, el amor es lo que somos, si eres irresponsable, tu relación afectiva será irresponsable.

Fuentes

  • Freud, S. (1992). Puntualizaciones sobre el amor de transferencia. Buenos Aires: Amorrorl.
  • Lacan, J. (1959). El deseo y su interpretación. Buenos Aires: Paidós.

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